Desde 1957 nos llega esta fotografía donde aparece Goya con unos 20 años de edad como responsable de la única centralita de teléfonos que teníamos en aquel momento en el pueblo. No era la primera vez que una instalación de este tipo estaba operativa en Valdeobispo dado que anteriormente se ubicó en el café-bar de tío Joseíno, en la Plaza, donde permaneció durante uno o dos años pero al no poder hacerse cargo este hombre del mucho trabajo y los malos horarios de esta ocupación decidió ceder el honor de tan grande responsabilidad a la madre de la que vemos en la instantánea. Así hacia 1952 se trasladó toda la instalación a casa de tía Eustaquia, madre de Goya, que vivía en la calle Francisco Pizarro, casi frente al Comercio. Goya nos cuenta que todas las llamadas telefónicas que se hacían o se recibían en el pueblo tenían que pasar por esta centralita. Además del Ayuntamiento algunos escasos vecinos disponían de teléfono en sus casas y para realizar una llamada telefónica desde cualquiera de ellos había que ponerse primero en contacto con la centralita de la fotografía. Goya, o cualquiera de la familia que estuviera en ese momento pendiente del servicio, preguntaba al interesado por el número con el que quería hablar. Si era con alguno de los escasos teléfonos del pueblo se conectaba directamente desde aquí pero en caso de una conferencia para fuera de Valdeobispo la de la fotografía tenía que ponerse en contacto con la centralita de Plasencia y solicitaba una conferencia para el número que deseaba el interesado. Recibida la contestación en su destino, la centralita de Plasencia daba paso a la de Valdeobispo y ésta al vecino del pueblo origen de la llamada. Confirmada la conexión entre el que llamaba y el que recibía la conferencia se ponía manualmente en marcha el reloj que aparece sobre el teléfono y se tarifaba en trozos indivisibles de tres minutos. El proceso a la inversa era exactamente igual, es decir, todas las llamadas que se hacían al pueblo tenían que pasar por esta centralita y desde ella se conectaba con los teléfonos del pueblo. La gente que no disponía de aparato en sus casas y deseaba realizar una llamada telefónica podía acudir a casa de tía Eustaquia y realizarla desde la pequeña habitación en la que estaba instalado el dispositivo de la fotografía: se corría la cortina del cuarto y de ese modo se contaba con toda la intimidad que los avances tecnológicos del momento podían proporcionarnos en una conversación llevada casi a gritos . Del mismo modo que se recibían llamadas telefónicas en la centralita también se recibían recados y telegramas que Goya tenía que ir a repartir posteriormente por el pueblo. En definitiva, un servicio de 24 horas los 365 días del año por el cual cobraba la interesada 500 pesetas mensuales del Ayuntamiento por el alquiler de la habitación en la que estaba la centralita instalada a las cuales sumaba otras 500 cada mes que le pagaba la conocida Compañía Telefónica de España por su abnegada dedicación. Tras 24 años de vocación por el servicio en el verano de 1976 la centralita fue clausurada dejando atrás un duro pero pintoresco período en la historia de las telecomunicaciones en nuestra villa. Otra magnífica instantánea que nos proporciona Goya para nuestro deleite. |