a desamortización de la finca de Valverde de Abajo, venta de la misma y asesinato posteriormente del entonces secretario del ayuntamiento con el encubrimiento de los asesinos por el pueblo hasta fecha de hoy ha sido uno de los episodios más trágicos y a la par más pintorescos de la historia de nuestro pueblo, herida que todavía permanece abierta en el fondo del corazón de los vecinos de Valdeobispo, pues en el sentir de todos esa finca todavía pertenece al pueblo y aún sabiendo muchos quién fue el asesino Diego Julián de Paredes, curiosamente uno de mis ancestros, todas las voces callan a pesar del tiempo transcurrido.

ara hacerse una idea un poco más precisa del tema os acerco unos párrafos del libro "Aproximación a la Historia de Valdeobispo" de Luis Carlos Sánchez que nos darán una idea inicial sobre lo que fue este proceso.

Por la persistencia que en la memoria colectiva del pueblo ha tenido, es de destacar el caso de la finca de Valverde de Abajo. Esta finca fue, hasta la desamortización de Madoz, de aprovechamiento comunal y en la que todos los vecinos tenían su pequeño hato de ganado (de cerda y caprino, sobre todo).

Por estos años era secretario del Ayuntamiento de Valdeobispo don Diego Julián de Paredes. Éste, oriundo de Guareño (Badajoz), se había asentado en el pueblo, y al llegar el decreto de venta de bienes, aprovechando su posición de hombre fuerte dentro de los hilos del poder local unido a su posición económica holgada, pasaría a ser el comprador legal de la finca de Valverde de Abajo, al no poder ser adquirida ésta por los campesinos empobrecidos.

El pueblo nunca vio a Paredes un comprador legal, sino el usurpador que les había empobrecido aún más. El hombre llano del pueblo pocas veces entiende de leyes, y lo único que veía era la privación de algo que había sido suyo desde tiempo ancestrales.

Este sentimiento de impotencia hizo que se llegase a los sucesos del asesinato de Paredes, en 1869, en la afueras del pueblo, cuando éste venía de Plasencia montando su caballería. Fue la respuesta de un pueblo a una persona que para ellos encarnaba el poder opresor. Muchos años tardarían en ser capturados los responsables del crimen, pues, como si de una "Fuenteovejuna" contemporánea se tratase; los vecinos de Valdeobispo no delataron a los culpables, quizá sólo los considerasen unos verdugos de la voluntad de ellos mismos.

Citamos este caso porque puede ser un botón de muestra del proceso de agitación del campesinado como consecuencia del proceso desamortizador.

Después de la guerra civil de 1936, esta finca se puso, de nuevo, en venta y el pueblo en conjunto trató de comprarla; sin embargo, quizá la desinformación, quizá la escasez económica de muchos vecinos o quizá todo junto hizo que de nuevo fuese a parar a manos de un particular, siendo ésta su situación actual. Pero aunque ha transcurrido más de un siglo, todavía en la mente colectiva del pueblo sigue el mito de Valverde y aún se escucha muchas veces la frase tópica "Valverde era del pueblo".

e han escrito bastantes artículos sobre el polémico tema y en este apartado voy a hacer referencia a dos de ellos. El primero pertenece a D. Roberto C. MONTAÑÉS PEREIRA de la Universidad de Extremadura y podéis leerlo o guardarlo en formato PDF (Para Adobe Acrobat Reader) haciendo doble clic en el siguiente link: LA CUESTÓN DE VALDEOBISPO.

El segundo es el texto que podéis leer a continuación, transcripción literal de un artículo que se publicó en una revista de historia hace algún tiempo y que ha llegado a mis manos a través de Inmaculada Manzano, vecina de nuestro pueblo. Es un artículo interesante que puede aclarar muchas dudas sobre este retazo de nuestra historia.

LA CUESTIÓN DE VALDEOBISPO. UN EJEMPLO DE AGITACIÓN SOCIAL A CAUSA DE LOS DERECHOS COMUNALES.

El municipio cacereño de Valdeobispo, situado en las proximidades de Plasencia, apenas contaba con un millar de habitantes a principios de siglo, sin embargo conoció el episodio de subversión rural más relevante registrado en la provincia de Cáceres hasta la llegada e la coyuntura inflacionista paralela al estallido bélico de la I Guerra Mundial, cuando se desató una intensa oleada de conflictos a lo largo de la geografía provincial.

Desde la crisis de subsistencia registrada en el último quinquenio del siglo XX se generalizaron los asaltos y el pastoreo abusivo de los vecinos de Valdeobispo en las tierras de su término motivando la preocupación de las autoridades y el recelo de sus presuntos propietarios, la familia placentina Paredes, que veía con horror los frecuentes atentados contra la propiedad que se registraban en sus posesiones. El agravamiento paulatino una la situación enquistada que se tornaba a principios del XX con visos de absoluta resistencia colectiva a acatar al titularidad de las tierras derivó en el episodio de subversión rural más célebre durante la Restauración en la provincia de Cñaceres, dando lugar a la conocida como Cuestión de Valdeobispo.

LA COMPLEJA TRAMA POSESORIA. GÉNESIS DEL CONFLICTO.

La razón que motivaba la discordia del vecindario no era otra que la reivindicación de la propiedad de las dehesas Canterillas y Valleverde, en realidad dos cuartos pertenecientes a la dehesa Valverde de Abajo, que junto a otros espacios de titularidad concejil fueron enajenados de acuerdo a la Ley Madoz de 1855. No obstante, la realidad legal no fue aceptada por los vecinos del pueblo, quienes, esgrimiento sus antiguos derechos de aprovechamiento pecuario y de frutos, estaban habituados con frecuencia a allanar la propiedad para participar de su explotación. La presión de los campesinos surtió efectos cuando recuperaron el pleno control de la finca Ocho Suertes, que integraba el paquete de predios que fueron enajenados. El precedente que suponía la victoria moral sobre la legislación liberal al liberar la dehesa de su enajenación estatal y el disfrute de su riqueza motivó que la voz de la reivindicación se hiciera más contundente a la hora de establecer sus siguientes objetivos: las mencionadas dehesas Canterillas y Valleverde.

La confusión posesoria que dio pie al litigio mantenido entre los vecinos de Valdeobispo y la familia que tenía la titularidad legal de la finca, la familia Paredes, fue el resultado de un complejo proceso de transacciones de dominio. Éste se inició en el año 1859 con la venta por parte del Estado de los bienes de propios, la dehesa Valverde de Abajo a un destacado miembro de la vida municipal, el secretario del Ayuntamiento, Diego Julián de Paredes, cuya posesión nunca fue reconocida por los vecinos. Es aquí cuando difieren las argumentaciones sostenidas por las partes pleiteantes.

En pleno apogeo de las disputas, cuando estas se dirimían ante los tribunales de justicia y de manera paralela se orquestaban hondas disputas dialécticas que se concretaron en manifiestos de diverso tipo que vinieron a exponer los divergentes puntos de vista sostenidos tanto por el vecindario como por la propia familia Paredes.

Ésta no desperdició la oportunidad de emplear la tribuna pública de la prensa (el diario placentino El Dardo) para embestir contra el estado anárquico de sus posesiones y denunciar la ilegitimidad de la población en sus reivindicaciones.

La respuesta del vecindario se concretó en la publicación de un folletín, La Cuestión de Valdeobispo supuestamente escrito por el guarda de la finca y presumible líder campesino, Cipriano Sánchez, en el que se exponía la versión del vecindario.

En opinión del municipio, Paredes cedió la dehesa a buena parte de los vecinos de Valdeobispo, quienes establecieron una sociedad de compra en 1861 con la participación del dueño para compartir su explotación. Al parecer, se acordó una distribución homogénea del terreno entre el propietario y los vecinos mientras que el primero se reservaría la presidencia vitalicia de la Junta administradora de la finca. Sin embargo, en esta operación, en opinión de la familia Paredes, no se encontrarían los cuartos Canterillas y Valleverde, rematados por el propietario Juan Vera con la anuencia de Diego Paredes. El problema competencial derivaría de la gestión de la finca llevada a cabo por el nuevo dueño de la mayor parte de la misma, quien emulando a su segundo cedió sus derechos al vecindario. Esto suponía que, en la práctica, siguió beneficiándose de sus aprovechamientos en los mismos términos que con anterioridad, es decir, conservando mentalmente la idea de que se trataban de bienes en poder de la comunidad de campesinos.

Los derechos del rematante, Juan Vera, junto con el resto de derechos fueron a parar más tarde a Dionisio Paredes Guillén, tras el asesinato de su padre, Diego Julián, en 1869, suceso oscuro, nunca resuelto pero en el que siempre había planeado la sombra de la duda con respecto a los vecinos de Valdeobispo, quienes jamás delataron a los culpables. Mientras estos transvases de dominios se sucedían, los vecinos, ajenos a los vaivenes judiciales de los terrenos, continuaron gozando de los aprovechamientos hasta 1875, a pesar de que éstos no estaban revestidos de legalidad. Ese sería el año en el que formalmente se dan comienzo a los litigios por la propiedad cuando, según afirma Paredes, los cuartos pasaron a un tercer propietario alegando la compra de los derechos rematados por Juan Vera.

Finalmente, según escritura notarial levantada en Madrid el 22 de Diciembre de 1890, se estipulaba la venta al vecino de Plasencia Vicente Paredes y la vecino de Galisteo Marcos Gutiérrez de la cuarta parte de la dehesa por parte de su propietaria legal, Josefa Martín, depositaria de los derechos de su esposo, el citado Dionisio Paredes. En estas pruebas documentales basó sus argumentaciones el arquitecto placentino para argüir la legalidad de su posesión y por lo tanto para denunciar las falsedades de la documentación en la que basaba el pueblo la reivindicación de sus derechos.

En cualquier caso, el asunto pasó a manos de los tribunales de justicia, quienes deberían dilucidar la posesión de la dehesa Canterilla y Valleverde. Sin embargo, merece la pena destacar que en todos los procesos incoados por diversas causas relacionadas con el allanamiento de la propiedad, los magistrados evitan pronunciarse al respecto.

CONFLICTIVIDAD, PROTESTAS Y FORMAS DE RESISTENCIA CAMPESINA EN VALDEOBISPO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.

La conflictividad social se agravó sobremanera en los primeros años de siglo, cuando se multiplicaron las denuncias y las causas judiciales incoadas a los vecinos por delitos relacionados con los ataques a la propiedad que en gran número abarrotaban la Audiencia Territorial, muestra evidente de que el pillaje, la pequeña delincuencia de dimensiones sociales y periodicidad cotidiana, era una práctica muy extendida, indicador indirecto de las tensiones sociales en el medio rural.

La secuencia del intenso proceso de agitación que conoció Valdeobispo en el bienio 1901-1902 comienza en el transcurso de los primeros meses de 1901, cuando el clima de tensión fue en aumento y plenamente madura una clara conciencia colectiva de agravio hábilmente instrumentada por el poder político local par colocarse a la cabeza de las reivindicaciones y ganarse así un cómodo colchón electoral que le permitiera gobernar con un respaldo mayoritario. Desconocemos otras posibles motivaciones subyacentes, pues el estado de la investigación arroja numerosas oscuridades, aunque como ha apuntado Linares Luján resulta evidente la instrumentalización de las formas de protesta popular a cargo de las elites ganaderas de la localidad, forjadoras de estrategias desviacionistas que pretendían confundir lo que eran evidentes intereses económicos individuales con el malestar manifiesto de una colectividad agredida en sus derechos.

La activa participación de las autoridades locales en los sucesos, animando las ocupacones, parecen corroborar esta impresión. Un hecho de mayor calado, que motivó la completa indignación de Paredes y la consecuente trascendencia pública de sus denuncias fue la actuación arbitraria y claramente prevaricadora del juez municipal de la localidad, alineado con los vecinos y alcaldía, en opinión de Vicente Paredes. Según parece, la escasa proporcionalidad que se establece entre el volumen de juicios de faltas celebrados y los atropellos a la propiedad era patente y motivó el apercibimiento del Juzgado de Instrucción de Plasencia para que el juez municipal se abstuviera de archivar las denuncias.

La sombra de ilegalidad en las actuaciones y diligencias emprendidas por el juez de Valdeobispo fueron una constante durante el proceso, como permanentes fueron las intimidaciones, amenazas y coacciones que recibieron los procuradores defensores de Paredes durante los juicios y las inspecciones de los daños en las fincas.

Que el movimiento social acaecido en Valdeobispo revistió los caracteres organizativos propios de una acción deliberada y preestablecida a la par que respondía a un ejercicio consciente nos sitúa en niveles complejos de protesta que habría que examinar más detenidamente, sin embargo, a la espera de nuevas revelaciones, el estado de la investigación actual desaconseja la adopción de elementos de juicio concluyentes. El seguimiento del curso de los acontecimientos parece apuntar hacia esta última impresión. Entre los derechos y usos que el vecindario exige se encuentra el aprovechamiento del fruto del arbolado durante la montanera, de la yerba y rastrojeras para sus ganados tras la trilla de las mieses.

Según los datos extraídos de los procesos judiciales, el 24 de junio el alcalde de la localidad recuerda a sus vecinos mediante pregón estos derechos de aprovechamiento instándolos a que procedieran a la invasión de la finca. (“Según las informaciones aparecidas en las Resultando de la sentencia correspondiente con la vista oral celebrada en la Audiencia de Cáceres el 21 de noviembre de 1901 por la causa de la invasión de ganados a cargo de un grupo de labradores, el 24 de junio los vecinos de Valdeobispo decidieron en asamblea invadir con sus ganados la finca Canterilla y Valleverde, sin embargo no puede demostrase la responsabilidad de los encausados, razón por la cual son absueltos, obligando a los demandantes, la familia Paredes, al pago de las costas procesales. Entre los procesados figura el Secretario del Ayuntamiento. El Correo Placentino. 1-12-1901”).

Entre el 20 y el 26 de julio de 1901 acontece una verdadera oleada de ocupaciones incidentales e invasiones a cargo de los vecinos del pueblo con la intención de acomodar a sus diversas cabañas ganaderas. Ya durante esta época del ciclo agroganadero del año anterior se produjeron las primeras ocupaciones de importancia pero sería en este momento cuando adquiriría auténticas dimensiones colectivas. Cuando los guardas de las dehesas se percatan de su presencia, éstos aducen sus derechos de aprovechamiento comunal y se niegan a marcharse. Ese último día más de 100 reses vacunas invaden la finca sumándose a otras de cabeza caprina y de cerda, acción que determina una vez más la intervención de las fuerzas de la Guardia Civil de Montehermoso, toda vez que no existe puesto alguno en el municipio. Pese a los frecuentes requerimientos de la fuerza pública no se produjo un abandono masivo de la finca sino que todavía de forma episódica siguieron registrándose algunas ocupaciones durante el mes de agosto.

Esta situación generada sería el preámbulo del suceso sangriento que catapultaría el caso de Valdeobispo a las páginas de la prensa provincial como fenómeno de gran repercusión en la opinión pública, al constituir un ejemplo curioso de insubordinación rural, y a través de la cual se diseccionaría el conflicto y se divulgaría la mayor parte de las informaciones con las que contamos.

En la mañana del 18 de Septiembre de 1901 un grupo de vecinos de la localidad portando armas y herramientas acudieron a la dehesa Canterilla y Valleverde en actitud amenazadora y hostil, dispuestos a agredir a los cuatro guardas de la finca, quienes preludiando el conflicto acudieron a refugiarse en las dependencias anexas a la casa que Vicente Paredes tenía en sus tierras. La frecuencia de los enfrentamientos y el permanente hostigamiento a que eran sometidos los guardas a cargo de los vecinos, así como la redundancia de los atentados contra la propiedad que venían produciéndose, motivó la construcción de un habitáculo reservado a los vigilantes de la propiedad y demás empleados a fin de protegerse de las iras de los vecinos más díscolos e incontrolados. Junto a la construcción de torreones de guardia, Paredes, temeroso de las intenciones de los campesinos ante el cariz tumultuoso que se cernía sobre la finca acometió una serie de reformas en su vivienda para garantizar su seguridad, entre ellas, el blindaje de sus puertas de acceso.

Estas medidas conferían un aspecto de fortaleza a la vivienda, que sin embargo no desalentó el ímpetu de los vecinos amotinados, quienes, pese a todo, se abalanzaron sobre ella, resultando especialmente dañado el torreón de vigilancia, que quedó en estado semiruinoso tras el asalto. Cuando se situaron próximos a las puertas de entrada e iniciaron las operaciones para derrumbarla, uno de los guardas que estaban parapetados en la casa hizo fuego contra uno de los asaltantes, produciéndole la muerte. Al oír el disparo, el grupo de alborotadores emprendió la fuga del lugar apresuradamente (“El Dardo de Plasencia. Semanario Independiente. 21-9-1901”).

Estos sucesos eran la culminación trágica de un proceso de fustigamiento continuo de los vecinos de Valdeobispo contra la familia Paredes, que tenía en la figura de su administrador su víctima propiciatoria, ya que necesitaba la escolta permanente de la Guardia Civil para salvar las agresiones constantes que en forma de pedradas le obsequiaban sus habitantes. De todas maneras, hasta entonces, las manifestaciones de conflictividad se habían basado en la ocupación de ganados en la finca o el hurto masivo de frutos y leña. Pese a haber existido algún conato de enfrentamiento con los guardas en épocas anteriores, la naturaleza de las agresiones era fundamentalmente verbal y en contadas ocasiones habían degenerado en sumarios por delito de lesiones.

Lejos de que este hecho luctuoso calmara los ánimos y apaciguara el conflicto, se recrudeció de manera peligrosa cuando se llevó el hecho ante la Audiencia Territorial cuyo fallo exculpatorio de responsabilidad penal para los guardas encausados, cuatro vecinos del municipio, encolerizó al vecindario, dispuesto a exigir su cuota de justicia popular en forma de nuevos y masivos asaltos a la famosa dehesa. Así, al conocerse el resultado de la sentencia judicial, una cuadrilla de 50 vecinos, burlando la vigilancia de la Guardia Civil, penetraron en la finca llevándose siete cargas de bellota para repetir días más tarde el proceso de manera más ambiciosa, cuando acarrearon 200 fanegas. (Revista de Extremadura. 1903. Crónica Regional).

El período de la montanera generaliza la presencia permanente de turbas campesinas en el interior de la finca, bien para la obtención de bellota o bien como encargados de custodiar las piaras de cerdos que introducen en la más completa impunidad. La vulnerabilidad de la dehesa es un hecho consumado a finales de año ante la aquiescencia de las autoridades locales y la impotencia de las fuerzas de orden público.

La magnitud de los hechos y el consiguiente incremento en la zona de las fuerzas del orden para preservar la integridad de las fincas y el respeto de los linderos motivó una nueva indignación del vecindario, dispuesto a hacerse oír ante las instancias superiores, reivindicando su pleno derecho a los beneficios económicos de la explotación de los recursos comunales. Esta declaración de principios fue llevada hasta el Ministerio de la Gobernación: Suplicamos a V. E. Que teniendo por presentada esta instancia con los testimonios que la acompañan, se sirva dictar las órdenes oportunas para que en lo sucesivo, no se impida a los vecinos de este pueblo, partícipes de las dehesas Canterillas y Valleverde, sitas en su término municipal el aprovechamiento y disfrute de las mismas, mandando que la Guardia civil instalada en ellas cese en la presentación de denuncias a los juzgados, por los expresados aprovechamientos. Lo solicitado es que cesen las denuncias. Los vecinos de Valdeobispo se consideran dueños y señores legítimos de las dehesas Canterillas y Valleverde y por lo tanto pueden hacer libremente los aprovechamientos, los fundamentos son de justicia. No se quiere arrebatar nada violentamente a Paredes como dicen lo que se no están bien informados sino que se defienda la propiedad legítima de las mismas, que por derecho y títulos legales les corresponde”. (Carta remitida por el vecindario de Valdeobispo al Ministerio de la Gobernación. Citada en Cipriano Sánchez: op. Cit., p. 29.).

Cuando se inicia el año 1902, la dimensión del conflicto vuelve a subir un peldaño más. En enero, donde se dan inicio a las operaciones barbechera, la totalidad del vecindario acude a la finca al objeto de repartirse en suertes el terrazgo motivando la presencia de los efectivos de la Guardia Civil, que en número de cuarenta se concentraron el la Dehesa con la intención de disuadirlos y finalmente disolverlos.

Durante todo aquel año el clima de tensión no cesó ni un instante materializado fundamentalmente en la proliferación de los atentado contra la propiedad. Una serie de factores nos permites caracterizar más detenidamente el proceso. El primero de ellos, según denunciaba amargamente Vicente Paredes, era la complicidad de la autoridades locales, vertiendo especialmente las tintas en las judiciales a las que acusaba de mantenerse al margen de las innumerables denuncias remitidas al Juzgado Municipal por pastoreo abusivo, hurtos y diversos desórdenes, delitos que con escasa frecuencia eran elevados a otras instancias judiciales superiores. La mayor parte de las veces éstos revestían simples juicios de faltas en los que se atenuaba la naturaleza de la infracción, se minimizaban la acciones y por ende las sanciones, aunque según el arquitecto placentino, la absolución era la tónica general. Ciertamente, hemos de suponer que si las dimensiones del conflicto alcanzaron cotas elevadas de violencia social y la perturbación del orden público fue la nota dominante se debió en gran medida a la protección y condescendencia de las autoridades locales, quienes aprovecharon la ocasión para sumarse a los intereses de los vecinos y bascular su descontento en contra de otras instancias de poder supramunicipales y de sus enemigos políticos, encauzando su labor paternalista y tuteladora con mayor facilidad. Con la información que disponemos resulta complicado delimitar un perfil claro acerca de las conexiones y las alianzas entre los cargos públicos del municipio y sus administrados, pero resulta indudable e incuestionable como atestiguan las siguientes razones: 1) El Ayuntamiento no satisface los haberes producidos por las rentas de la Dehesa Boyal ni de aquellos que se las han repartido entre 1864, cuando se declaró en quiebra hasta 1876, fecha en la que volvió a posesión del Estado y se incoó el expediente de venta. 2) Desde el propio Consistorio se comunica a la Administración de Contribuciones de la Delegación de Hacienda que la Dehesa Canterillas y Valleverde constituye un espacio proindiviso de encina de titularidad conjunta entra la familia Paredes y sus socios del municipio, como así establece el Apéndice de Amillaramiento que la Junta Pericial del Ayuntamiento confecciona con vistas a fijar la distribución de las cuotas fijadas en el Reparto del año económico de 1903. 3) Anuencia desde el Juzgado Municipal de Valdeobispo con la causa del vecindario, bien mediante la inhibición de su actividad sancionadora o con la interpretación favorable de las disposiciones legales cuyo efecto más inmediato era la multiplicación de los delitos que quedaban impunes y que, según las informaciones recogidas en la prensa, se extendían más allá de los atropellos cometidos sobre la propiedad de la familia Paredes para sembrar el temor y el desasosiego de los dueños de otras fincas limítrofes.

A tenor de estas afirmaciones periodísticas, el hurto y el pillaje acabaron siendo prácticas consustanciales del municipio y que las numerosas causas judiciales y procesos abiertos en la Audiencia Territorial cuyos fallos imponían fuertes correctivos no impedían que los braceros de Valdeobispo abandonaran las faenas agrícolas y centraran sus actividades en el comercio ilícito de bellota. (El dardo de Plasencia. Semanario independiente. 16-11-1902). Esta realidad nos introduce en otro elemento característico de mayor calado que sintetiza las dimensiones del conflicto registrado en la localidad altoextremeña, que no es otro que la cobertura que se ofrece para que se consolide el profundo sentimiento, la estrecha ósmosis de intereses y aspiraciones de una comunidad rural cohesionada en su resistencia al enajenación de sus derechos comunales. La existencia de grupos numerosos habituados a la perpetración de atentados contra la propiedad y al sabotaje de las fuentes de riqueza de sus propietarios nos introduce en un ámbito de protesta consciente que requiere una mínima organización para la consecución de sus objetivos. Pese a las pesquisas que llevaba a cabo con frecuencia la Benemérita para resolver la autoría de los delitos, ésta era frecuentemente burlada y desobedecida por unos vecinos que de manera conjunta guardaban silencio encubriendo a sus actores, indemnizando a los vecinos encausados y socorriendo a los encarcelados. Determinadas circunstancias ponían de relieve el carácter global del vecindario como sujeto colectivo de las acciones delictivas dispuesto a manifestarse en circunstancias especialmente lesivas.

Una de estas tuvo lugar en el mes de agosto de 1902, cuando reina la indignación en el pueblo al enterarse de que Vicente Paredes se dispone a concertar el arriendo de la dehesa Canterilla y Valleverde con dos arrendatarios castellanos durante un período de cuatro años. El día anterior a la formalización del contrato, los rematantes acuden in sito al municipio para conocer sus futuras tierras. La respuesta de los lugareños, especialmente sensibilizados ante el ataque directo que la explotación de la dehesa por forasteros suponía, no ya para sus fuentes de ingreso, sino para su identidad como pueblo, fue más contundente si cabe que en anteriores ocasiones. Así, durante su breve estancia en Valdeobispo, los visitantes fueron recibidos con el incendio intencionado de las tierras que iban a arrendar además de ser increpados y amenazados por los vecinos, quienes buscaban así la manera de disuadirlos de sus intenciones. (El dardo de Plasencia. Semanario Independiente. 24-8-1902).

La últimas tropelías que tuvieron lugar en el municipio y los visos insostenibles que cobraba la cuestión de Valdeobispo hizo que se convirtiera en el centro de la opinión pública placentina durante los últimos meses de aquel año y que se percibiera con estupor el desarrollo de los acontecimientos, a medio camino entre la fascinación la indignación. En cualquier caso, sus evidentes posicionamientos ideológicos inherentes a su extracción social media y acomodada determinaba la firme condena reprobatoria del que bautizaron como cantón anarquista extremeño en los siguientes términos: Este pueblo está obrando como cantón extremeño independiente hace más de dos años y no esperamos que el nuevo señor gobernador ni las demás autoridades logren, a corto tiempo, restablecer en él el imperio de la ley. (Ibídem). Pese a las acusaciones que a través de la prensa se hacía sobre la indolencia de las autoridades gubernativas, lo cierto es que los últimos sucesos acaecidos en Agosto marcaron el punto de inflexión hacia la decidida intervención de los poderes públicos para poner coto a las acciones de los campesinos.

En efecto, la presión ejercida por los terratenientes de la comarca, encabezados por el propio Vicente Paredes, quienes denunciabas su situación de indefensión y remarcaban la pérdida de beneficios que suponía el tener que destinar partidas de gastos en la custodia y vigilancia de sus propiedades motivó la mediación de las principales autoridades civiles y militares: Gobernador Civil, Ministro de la Gobernación y Guardia Civil. El principal argumento esgrimido por los propietarios era la manifiesta incapacidad de los procedimientos judiciales para contener los desmanes y el convencimiento de que toda solución para responder a los desórdenes pasaba por el empleo de manera contundente de medidas de fuerza que complementaran la acción legislativa. Sensible con esta línea de pensamiento, las primeras disposiciones dictadas estuvieron encaminadas a un reforzamiento de la presencia de miembros de las fuerzas del orden en el municipio. (Hasta entonces, la presencia de la Guardia Civil se circunscribía a algunos números que de manera esporádica vigilaban la finca y tan sólo en ocasiones de especial virulencia y tensión se requería la intervención concentrada de los efectivos destacados en el puesto de Montehermoso para disolver los tumultos. La principal tarea de custodia y vigilancia estaba delegada en guardas privados). Así, por orden expresa del Ministro de la Gobernación se envió un destacamento de efectivos de la Guardia Civil procedente de la Capitanía de Coria al mando del Capitán Casares para que permaneciera acantonado en la finca objeto de litigio a fin de defender de manera efectiva la propiedad y protegerla de sus habituales agresiones.

La respuesta de los vecinos del pueblo, respaldados en todo momento desde la alcaldía, fue la tramitación ante el Gobernador Civil de una instancia en la que se consideraba desproporcionada la presencia de la Guardia Civil en el municipio, al juzgarla innecesaria, solicitando la eliminación del destacamento situado en la dehesa Canterillas y Valleverde. Paralelamente, exponían una vez más las razones según las cuales participaban de los derechos sobre la finca.

A su vez, Vicente Paredes, temeroso de una resolución favorable a los intereses del vecindario elevó un informe ante la Comisión Permanente de la Diputación Provincial en el que denunciaba las falsedades y artimañas legales en las que, a su juicio, incurría el municipio. En el citado escrito, además de poner en antecedentes a las autoridades y fijar su particular visión, enumeraba todo un memorial de agravios a partir del cual justificar la intervención de las fuerzas del orden y la defensa del puesto de la Guardia Civil en su finca, requisito indispensable para evitar los ataques. (Por las razones expuestas y porque la permanencia del destacamento en dicha Dehesa no es un privilegio concedido a los particulares dueños de ella, sino para servicio general a VVSS. Suplica no acuerde la supresión del destacamento, maliciosamente pedida por los vecinos de Valdeobispo porque les estorba a muchos de ellos para hurtar los frutos de todas las fincas comarcanas, de lo que pueden cercionarse, además pidiendo notas a la Audiencia de los procesos incoados contra los vecinos de Valdeobispo por hurto en las propiedades que a menos de tres leguas circundan a dicho pueblo. Escrito elevado por Vicente Paredes a la Comisión Permanente de Excma. Diputación Provincial de Cáceres. Plasencia, 23 de octubre de 1902. Publicada por El Dardo de Plasencia. 16-11-1902).

A principios de octubre, la llegada de la época de montanera reproduce las invasiones masivas, las ocupaciones de ganado, la generalización del pastoreo y la instalación de majadas, reactualizando el conflicto y preludiando nuevos desórdenes. Estos hechos tuvieron lugar de manera simultánea a la llegada de los números de la Guardia Civil destinados en la finca. Las hostilidades no tardaron en desatarse y así los vecinos de la localidad van a introducir de manera masiva sus ganados en la finca Paredes, como venían haciendo desde años atrás. Sin embargo, esta vez, la habitual inhibición de las autoridades judiciales y la tradicional indolencia e impotencia de las fuerzas del orden para combatir los ataques se trocó, merced a la enérgica disposición del Capitán Casado, en la acción decidida y concluyente de la Benemérita. Así, a finales de aquel mes, agentes de este cuerpo especial creado para el mantenimiento del orden y la defensa de la propiedad en el medio rural condujeron a más de 800 reses de ganado que habían sido halladas en el interior de la finca hasta el Juzgado de Instrucción de Plasencia como cuerpo del delito ante el asombro de los vecinos, confiados en que la intercesión de las autoridades locales impidiera el traslado y se devolviera el ganado a sus propietarios. Sin embargo, pese a que los dueños de las reses constituyeron comisiones que partieron hacia Cáceres y Madrid con la intención de recabar apoyos e intercesiones, mientras acusaban a la Guardia Civil y a las autoridades judiciales de haberles arrebatado su ganado, lo cierto es que todas las quejas de diluyeron cuando se puso en evidencia que el poder municipal, otrora protectora de los intereses del vecindario, sucumbía ante los requerimientos directos las autoridades superiores, quienes ordenaron de manera tajante el respeto hacia la propiedad legal del inmueble, cuyo titular no era otro que Vicente Paredes.

La dinámica de agitación que vivió el municipio de Valdeobispo durante aquellos dos años tuvo su particular canto del cisne en enero de 1903, cuando algunos vecinos reincidieron en la idea de introducir sus ganados en la dehesa, suscitando la presencia en el lugar del Teniente Coronel de la Guardia Civil de Plasencia, jefe del Cuerpo en la provincia. En cualquier caso, el vecindario se guardó de ejercer coacción alguna sobre las fuerzas del orden considerando que se limitaba a ejecutar órdenes de impedir el pastoreo. Más bien al contrario, situaban en el centro de las críticas a las autoridades gubernativas, a las que acusaban de seguidismo hacia las posturas ilegales de Paredes en su propósito de usurpar la continuidad de sus derechos: “Por eso, los de Valdeobispo tenemos la convicción de que al recoger el ganado de las fincas Canterillas y Valleverde se ha faltado en lo dispuesto en las leyes, no culpamos a la Guardia Civil que lo realizó, sino a las autoridades gubernativas, que incurriendo en notorio error, la encargan de ejecutar eses hechos que consideramos ilegales”.

Para estos vecinos, el empleo de la Guardia Civil no era sino una más de las artimañas puestas en juego por Vicente Paredes para apropiarse de la finca y justificar así sus tesis de la situación de anarquía reinante en el municipio de cara a los tribunales. En cualquier caso, el amparo judicial que para Paredes supuso los sucesivos fallos del Juzgado de Instrucción de Plasencia advirtiendo la ilegalidad de las ocupaciones y el respaldo de las autoridades temerosas de la proyección del movimiento acabaron por sepultar un episodio que, a diferencia de otros casos análogos en los que se registraron nuevos brotes de violencia campesina y se actualizaron las viejas querellas coincidiendo con propicios momentos de rentabilidad sociopolítica, no conoció continuidad.

La Cuestión de Valdeobispo quedó progresivamente anulada, pese a esporádicas incursiones y algún que otro coletazo de ocupación masiva como el ocurrido el 22 de septiembre de 1903 cuando varios vecinos introdujeron 300 reses en la finca. Como siempre, el suceso terminaba con la requisa de las cabezas de ganado empleadas por parte de la Guardia Civil y su permanencia bajo disposición judicial.

En esta ocasión, los campesinos, impertérritos, derribaron las paredes del corral y liberaron el ganado que les correspondía ante las lamentaciones lacónicas del Cabo de la Guardia Civil al mando: “Siguen como siempre, metiéndolas por un lado y nosotros sacándolas por otro y en fin, haciendo burla de la Guardia Civil y de todos”.

Hasta aquí el carácter indómito que imprime el campesinado de Valdeobispo la confianza en la firmeza de sus convicciones y la legitimidad de sus reivindicaciones ante las supuestas trabas que impone el ordenamiento liberal, que ellos juzgan injusto al enajenar los aprovechamientos y disfrutes y que en última instancia ampara y protege las ambiciones de Vicente Paredes. Romántica ingenuidad la de estos campesinos defraudados que enarbolan la vigencia de los antiguos usos y costumbre comunales en lucha contra un sólido axioma que se impone de manera inexcusable, el sistema de propiedad liberal, su racionalidad económica, los costos sociales que genera.

En este sentido, concluyamos con las palabras proféticas de Cipriano Sánchez en las que se encierran gran parte de las claves que determinarán la aparición futura de espirales convulsas en torno a la tierra. Curiosa apelación a la ley cuando ésta forja la injusticia denunciada. La lucha de clases en el campo ha comenzado: “Si las autoridades así proceden, la ley está cumplida, el orden social asegurado y D. Vicente Paredes contenido en sus propósitos anárquicos e injustos, habrá desaparecido la lucha empleando la fuerza, todo quedará tranquilo y normal”. (Carta del Administrador de Canterillas, Benicio Pulido la Juzgado de Instrucción de Plasencia. 22-9-1903).

o quisiera cerrar este apartado de la web sin reflejar sobre estas líneas la opinión de algunas personas de nuestro pueblo, en concreto de la familia Paredes y miembros de mi familia, quienes aseguran con firme convicción que en el seno de los Paredes siempre existió la certeza de que el plan de Diego Julián de Paredes fue en todo momento el devolver las tierras de Valverde al pueblo al que consideró siempre el dueño de las mismas, deseo que no pudo materializar al verse su vida truncada a manos de sus asesinos. Cualquiera puede darse cuenta de que una vez ocurridos los hechos es fácil especular sobre los acontecimientos y conjeturar con las diferentes posibilidades que el destino hubiera traído al pueblo, quizá movidos por el interés de limpiar el buen nombre de nuestro ancestro. Pero es bien cierto que no nos supone ningún esfuerzo el imaginar que esta posibilidad podría haber sido cierta. Pensemos por un momento que Paredes movió los hilos del poder para asegurar la posesión de las tierras de Valverde para alguien del mismo pueblo, en este caso, él mismo. No es difícil conjeturar que en un pueblo del siglo XIX, en el que la gente estaba más preocupada de no morirse de hambre que de aprender a leer, escribir o lidiar con los entresijos de las complicadas leyes, un hombre conocedor de las mismas pudiera desear, en bien de la localidad que le acogió como vecino, el afianzar de algún modo la tenencia de los prados y tierras de labor que habían sido comunales hasta entonces y evitar de ese modo que pasasen a manos de personas ajenas a Valdeobispo y especuladores que tras la estúpida e inútil desamortización de Madoz rondaban por todo el país.

i este era el plan de Paredes lo cierto es que no lo hizo conocer al pueblo y en todo caso su secreto quedó dentro de sus seres más allegados con lo que su asesinato, de ser cierta esta especulación, no hizo sino desbaratar los deseos de la ciudadanía de nuestro pueblo, que vieron más lejos todavía la posibilidad de volver a disponer de las tierras de Valverde, al pasar éstas a sus herederos, que como nos demuestra la historia no tuvieron en ningún momento intención de venderlas de nuevo a los valdeobispeños, sino más bien todo lo contrario. Lo que si es cierto es que Diego Julián de Paredes murió y esto no reportó ningún beneficio a los que día a día se levantaban para tratar de arrancar un puñado de garbanzos al terruño. Y de su muerte sacaron partido muchos, empezando por los politicuchos de turno al ver en el asesinato de una persona un movimiento social reivindicativo y sacar del hecho de un pueblo que no quiso confesar a los asesinos un nuevo Fuenteovejuna. Curiosa es la historia y colores tiene tantos como los de las personas que la escriben. Pero la cuestión es simple: ¿no se les delató por complicidad o por miedo a las represalias que los criminales pudieran tomar sobre los delatores? Con el paso de los años tendemos a tener una imagen incluso bucólica del acontecimiento, de un pueblo unido como una piña, hombro contra hombro, protegiendo a los ejecutores de Paredes como a sus propios hijos, verdugos de una voluntad y un deseo común…

ero mucho me temo que esa imagen de unidad contrasta de pleno con la realidad, y pruebas de ello es que cuando años más tarde, ya a principios del siglo XX, se pudo volver a comprar Valverde para el pueblo, nuevamente los valdeobispeños volvieron a demostrar su falta de iniciativa y de unión dejando que el secretario del ayuntamiento, parece ser que Maximiliano Domínguez, se apropiase de ella, dicen que con engaños y mintiendo al pueblo. Un pueblo unido, implicado en el día a día de lo que pasa, preocupado por todos los conciudadanos y con la experiencia anterior no deja que esto ocurra, porque la desidia, la dejadez no es excusa. Por este mismo carácter, esta idiosincrasia propia de nuestro pueblo es por lo que no se obtuvo dinero para reparar una seña de identidad propia como fue la Iglesia Vieja a la que todos lloramos ahora una vez caída gracias a nuestro cruzar de brazos, a nuestro ya gritaremos y patalearemos cuando no haya nada que hacer.

Paredes se lo cargaron y punto. Quién fue probablemente no importa, quizá por venganza, cualquiera sabe. Lo que si es cierto es que el pueblo se calló por miedo y no por complicidad, se sentaron a las puertas de sus casas y dejaron que otros cometieran el asesinato mientras miraban hacia otro lado, sumidos en su miseria y su ignorancia. Es muy fácil salir después llorando y gritando a los cuatro vientos que hemos sido engañados, cuando ya no hay nada que hacer, pero de lo único que somos víctimas es de nuestra incapacidad y de nuestro miedo. Y en cualquier caso el asesinato no fue solución, como demostró el tiempo. No nos llevemos a engaño con la idea de que el modo en que Paredes fue eliminado tiene tintes románticos y bucólicos porque con ese pensamiento podemos convertir a unos asesinos en héroes y demasiada experiencia tenemos en este país de “héroes” que por motivos de tierra asesinan al prójimo. No perdamos el norte y seamos realistas al reconocer en Fuenteovejuna una maravillosa obra de ficción. El hecho que nos ocupa no es ficticio, sino tan real como lo es la vida, y candente, porque a pesar de los años pasados es una cuestión que en el corazón de todos los de nuestro pueblo sigue todavía estando viva.