IMPRESIONES DE UN VIAJE A BUENOS AIRES

realizado por Francisco Morcillo Fuentes el día 10 de diciembre de 1912 y regreso a Valdeobispo el 1 de marzo de 1913

escrito por el vecino de nuestro pueblo
Maximiliano Domínguez Sánchez

 

PRIMERA PARTE

Hombres, mujeres y niños,
a todos pido atención,
para contaros un caso
que en nuestro pueblo pasó.

Un mozo de aqueste pueblo,
de mucho arresto y valor,
a buscar suerte o desgracia
a América se marchó.

Cuando intentó de marcharse
todo el pueblo se admiraba,
por tener aquí un buen amo
y qué comer en su casa.

Al enterarse su amo,
que es D. Leopoldo Muñóz,
le dio una gran repasata
pero de nada sirvió.

A él ya no le convencieron
de que no marchara a América,
ni sus padres, ni su novia,
ni Agapita ni Sotera.

“¿Qué ideas son esas tuyas?”
tío Leonardo le decía,
“mira bien que tu no sabes
lo que pasa en la Argentina

hoy no puedes tener queja
pues tu suerte no es adversa,
el que no es hombre en la mar
tampoco lo es en la tierra”

“Yo, tio Leonardo, me marcho,
luego sea lo que Dios quiera,
aquí se gana muy poco,
se gana más en América”.

“No pienses ya más en eso”,
tío Leonardo le decía
dándole buenos consejos
por lo bien que le quería.

“Mira Quico que la América,
tu ahora no lo sabes bien,
pero déjate que te embarques
que tu lo echarás a ver”.

Bien sabía tío Leonardo
lo que tenía que pasar,
que cuando perdiera tierra
no dejaría de pensar.

Mucho trabajó este hombre
porque el viaje dejara,
pero todos sus consejos
no sirvieron para nada.

Dos días antes de marcharse,
cuando la yunta soltaba,
tiró al suelo las coyundas
con ironía y con rabia.

“No pienso volver a arar”,
a su amo le decía,
“yo me voy a hacer dinero
donde está mi primo Elías.

Yo me marcho a Buenos Aires
porque aquello está muy bueno,
y no pienso de volver
hasta que no venga lleno”.

“Si vendrás lleno tal vez”,
le respondió con enojo,
“pero muy fácil será
que venga lleno de piojos”.

También con su tío Leonardo
tubo grandes campañas,
todo con el santo fin
de que el viaje dejara.

Por más esfuerzos que hizo
tampoco consiguió nada,
pues anda y que Dios te ayude
y que no te pase nada.

El día diez de diciembre
de mil novecientos doce
aqueste santo varón
a marcharse se dispone.

Ya preparado un equipo,
por la mañana temprano,
se marchó para la granja
en casa de un tío Paco.

Para juntarse con otros,
compañeros de la granja,
y luego tomar el tren,
en la Estación de las casas.

Ya que tomaron el tren
á Vigo se encaminaban,
donde el vapor les espera
para proseguir la marcha.

El día 15 de diciembre
en el vapor se embarcaban
con dirección a la América
donde su suerte esperaban.

 

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Fin de la 1ª parte

 

 

SEGUNDA PARTE

Ya dije en la primera parte
cómo se embarcó Francisco,
con dirección a la América
a donde estaba su primo.

El día primero de enero
de mil novecientos trece
desembarcó en Buenos Aires
y de allí marchó a Mercedes,

que es el pueblo donde está
su primo Elías trabajando.
Cuando Llegó a la estación
ya le estaba esperando.

Al bajar en la estación
su primo le preguntó
dónde va a parar el hombre,
pero él no le conoció.

Su primo se echó a reír
de que no le conocía
y Francisco le llamó
y dijo… “¡Tu eres Elías!”
“Si, hombre, yo soy tu primo”
Elías le contestaba,
y muy efusivamente
ambos dos se abrazaban.

Ya se fueron a la casa
donde su primo habitaba
y muy contento y alegre
por todos le preguntaba.

Ya se puson a comer
y a Quico no le gustaba
aquel arroz sin pimientos
y aquellas patatas blancas.

Al ver que no le agradaban
las comidas de la América
le dijo un día a su primo
“Yo me vuelvo pa mi tierra.

Voy a escribir a mis padres,
que yo aquí no puedo estar,
que a primeros de febrero
vuelvo otra vez a embarcar.

Tengo una pena muy grande
que no puedo desechar,
y aquesta pena me mata,
yo me tengo que marchar”.

“Si es que no puedes estar
yo el dinero te daré,
pero tienes que esperar
hasta que yo cobre el mes”.

El veinticuatro de enero
vio a los tres excursionistas
y no se atrevió a decirles
la pena que le afligía.

“Que ocasión más aparente
para venirme otra vez”,
pero le daba vergüenza
el declararse a los tres.

Si entonces él habla claro
que se quería volver
se monta en el aeroplano
y fuera barcos ni tren.

Yo bien se lo conocí
porque al vernos arrancar
hasta perdernos de vista
no dejaba de mirar.

¡Pobre Quico! no podía
aquella pena ocultarla,
cuantas veces nos diría
que no habíamos visto a Juana.

El Miércoles de Ceniza
recibe Natalio carta
en la que le dice Quico
que se vuelve para España.

Que no le gusta el terreno
ni las comidas le agradan,
que se ha puesto poco bueno
y a las primeras embarca.

Un vuelco en el corazón
dio al leer estas palabras,
su hijo se ha puesto enfermo
y esta es la única causa.

A los dos días recibe
otra carta de la Granja,
en la que Elías a su padre
del caso cuenta le daba.

“Padre dígale usted a su primo
que Quico vuelve pa casa,
pero que no se va enfermo
porque entonces no marchara.

Lo que tiene es una pena
que no puede desecharla,
se acuerda de sus amigos
y sobre todo de Juana.

Dice que no quiere arroz
ni le gustan las patatas;
lo que come son tomates
y también con poca gana.

Así es que de esta manera
aquesta dieta le mata,
dice que le de dinero
que se vuelve pa España.

Él creía que la América
era como alguna Jauja
donde se come y se bebe
se gasta y no se trabaja”.

Al oír estas razones
hubo crisis mudanza
en el semblante de Petra
que estaba oyendo la carta.

Y le contesta a Natalio
con muy rotundas palabras:
“Te aseguro si esto es cierto
que en nuestra casa no para.

Luego no es más que gastar
y dejar en pie la trampa,
que se vaya con la novia
o con quién le de la gana.

Sesenta duros que lleva
y otros cuarenta que traiga
son quinientas pesetitas
cargadas a nuestra espalda.

Esto sin contar los picos
y otras horas de por cara,
que el jamón que se llevó
tampoco esperes de él nada.

Vaya una ganga, Natalio,
vaya una letra que manda,
que puedes ir a cobrar
en casa de Juan Refala”.

“Te aseguro por mi nombre”,
tío Natalio contestaba,
“que he de poder yo muy poco
o no ha de parar en casa.

Si no que hubiera pensado
antes de salir de casa,
que nadie le obligó a ello,
fue porque le dio la gana.

Vaya un modo de embarcar,
así cualquiera se embarca,
a gastarse cien duritos
por recrearse en las aguas.

Como venga sano y bueno
y así por tu linda gracia
yo te aseguro majito
que alta te ha de dar el agua”.

Más como el amor de padre
y el amor natural
lo que dicen no lo hacen,
todo se queda en hablar.

Porque aún cuando ellos decían
que en casa no ha de parar,
ni de día ni de noche
le podían olvidar.

Con aquestas amenazas
estaban todos los días
hasta que ya se acercaba
la hora de la venida.

Llegó el día veintidós
y Petra cogió unas bestias
y fue a esperar a su hijo
a la estación de Plasencia.

Pasó el día veintidós
y Francisco no llegaba,
la madre se volvió a casa
todita desesperada.

Pues fue la fecha que dijo
cuando la carta escribió,
pero no pudo embarcar
por retrasarse el Vapor.

El creía que embarcaría
el primero de febrero
y no embarcó hasta el día siete
por ser un vapor correo.

Al no llegar esos días
su madre desconfiaba
si se habría muerto en el barco
el hijo de sus entrañas.

“¿Por qué yo le dejaría
el salirse de mi casa?
Cuantas veces los caprichos
son causa de las desgracias.

¿Qué suerte habrá corrido
hijo de mi corazón?
Hoy si yo pudiera verle
cesaría mi dolor.

Te libraste de la quinta
tu suerte te protegió
y ahora tendrás la desgracia
de morir en un vapor”.

Su casa estaba de luto
al ver que tanto tardaba,
contándole entre los muertos
en el medio de las aguas.

Ahora vamos a su novia
que ya no tranquilizaba,
de continuo suspirando
sin saber qué la paraba.

Con fecha del veintinueve
recibe Juana una carta
llena de frases muy tiernas
del amante de su alma.

Esto es cierto, que lo diga,
si quiere decirlo Juana
que yo no miento ni en broma
cuando no me da la gana.

Que yo mismo la leí
a la puerta de mi casa
y en la última frase dice:
“¡Adiós Juana de mi alma!”.

Así  es que con el recuerdo
que le suponía esta carta
las alas del corazón
se le cayeron a Juana.

Y no hay que extrañarse de ello
que tal cosa le pasara
porque dos que bien se quieren
pues son dos cuerpos y un alma.

Con nadie tenía ya gusto
aquella pobre muchacha
sintiendo no ver ya nunca
aquél Ángel de su Guarda.

Pero quiso la fortuna
que nada malo pasara;
Dios también se compadece
de las personas honradas.

El día primero de Marzo,
cuando menos lo pensaban,
con dos mujeres del pueblo
Francisco se plantó en casa.

Ya se acabaron las penas
por quien tanto suspiraban,
el padre y madre y su novia
y también sus dos hermanas.

Ya se corrieron las voces
que Francisco estaba en casa
y cada cual a su antojo
su conducta censuraba.

Muchas corrieron a verle
que nada les importaba
que viniera bueno o malo
solo a ver lo que contaba.

Pero él con mucha reserva
de nada les informaba,
que aquello estaba muy malo
eran todas sus palabras.

No quería ver a nadie
porque no le preguntaran
porque le daba vergüenza
se le conocía en la cara.

Yo mismo estuve sin verle
bien cerca de una semana,
estando allí en ca la novia
pared al medio de mi casa.

Sin tener queja ninguna
de nosotros para nada
porque le queríamos todos
como si fuera de casa.

Hasta que un día mi mujer
le dio las quejas a Juana,
que le parecía mentira
que de tal manera obrara.

Ya el día cinco por la noche
se presentó allí en mi casa,
le saludé cortésmente
y el también me saludaba.

Yo le hice alguna pregunta
acerca de su campaña;
me dijo que no quería
casi que se lo mentaran.

“Que allí que es mucho el trabajo
y las comidas muy malas;
valen más aquí unas sopas
que allí la carne de vaca.

En fin que no quiero Américas
aunque me las den doradas;
si yo lo hubiera sabido
pronto salgo de mi casa.

Ni le aconsejaré a nadie
que a las Américas vaya,
que por diez que hacen fortuna
hay ciento que hacen desgracia”.

Para que aprendan los mozos
que la cabeza levantan
y abandonan el hogar
y la cuna de su infancia,

sin reparar en los riesgos
que se pasan en las aguas
dispuestos a ser ahogados
por aquesa sed de plata,

allí es lo mismo que aquí
porque aunque se gana plata
pues es todo relativo:
según se gana se gasta.

Ya veis lo que ha hecho Francisco
con salirse de su casa,
gastar quinientas pesetas
que le hacían bien buena falta.

Y ahora pido al auditorio
que me perdone las faltas
y a Francisco me dispense
porque esta es la verdad clara,

pues no es con mala intención
lo que mi pluma declara,
es porque sirva de ejemplo
a la juventud honrada.

Bien supongo que a Francisco
no le habrá gustado la chanza
pero hay que tener paciencia:
el que la hace la paga.

 

FIN

 

Valdeobispo 26 de Noviembre de 1913
(Maximiliano Domínguez Sánchez)